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En 1.690 termina la construcción de una magnificente iglesia, consagrada a San Francisco, que podemos hoy admirar prácticamente tal cual era entonces. Sus líneas arquitectónicas son de gran sencillez y belleza.
El púlpito, los altares y los retablos son realzados por una cubierta de oro a la hoja. Cuadros y notables esculturas en madera fueron traídas desde el Cuzco, y según una antigua descripción "tiene asimismo once ventanas, diez de ellas de más de dos varas de alto y una de ancho que, en lugar de vidrieras, las acepan (echar raíces) las piezas de jaspe de cuatro dedos de grueso, transparentes como el cristal, traídas a mucha costa de más de 200 leguas, que dan claridad admirable a toda la iglesia".
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