Wednesday, January 18, 2006

Ken Charney, un héroe argentino


Ken Charney en su Spitfire

Un as entre los ases

Alas de Trueno refleja la historia de unos 600 voluntarios argentinos que lucharon en la RAF contra los nazis. Aquí, un extracto del capítulo dedicado a un condecorado aviador quilmeño que combatió junto al célebre as Pierre Closterman.

Ken Charney nació el 28 de febrero de 1920 en Quilmes; pocos días después la familia se trasladó a Bahía Blanca, permaneciendo allí hasta los 12 años. Su padre, Harry Charney, que se desempeñaba como gerente de la Anglo Mexican Petroleum Co., había sido voluntario argentino durante la Primera Guerra Mundial con el grado de teniente; debido a su gran valor le fue otorgada la Cruz militar. Terminada la contienda volvió a sus labores en la Argentina en su antiguo puesto de la industria del petróleo.

Con la llegada del pequeño Ken los problemas con él fueron en constante aumento. Muy travieso, de espíritu indomable y de una terquedad que no tenía límites, hasta el extremo de robarle el auto a su padre y terminar en la comisaría local por exceso de velocidad a sus 12 años.

Por la ocupación de su padre -que proveía combustible a la Aeroposta Argentina, empresa que había iniciado su línea aérea comercial hasta Comodoro Rivadavia desde el aeródromo de Villa Harding Green- Ken tuvo la gran oportunidad de conocer el fabuloso mundo de la primera línea aérea a la lejana Patagonia y, pese a su corta edad, alternar con los grandes pilotos franceses Jean Mermoz, Paul Vachet, Antoine de Saint Exupéry y también con los argentinos Domingo Irigoyen, Próspero Palazzo, Ricardo Gross y en especial con Rufino Luro Cambaceres. Estas experiencias impactaron profundamente en el espíritu del niño, quien ya no pensaría en otra cosa que en ser piloto. Por coincidencia, la familia Charney y Saint Exupéry vivían en el hotel Sudamericano y Ken tenía trato personal con Antoine y supo de la costumbre del piloto francés de hacer pequeños borradores que con el tiempo serían éxitos literarios como Vuelo nocturno.

Nadie podría imaginar que ambos irían al combate en la Segunda Guerra Mundial defendiendo la misma causa. (...)

Corrían los finales de los años treinta y Ken se sentía muy entusiasmado por la velocidad, conduciendo los automóviles de un modo peligroso. A la sazón, su padre era ya gerente general de la compañía Shell y vivían en Hurlingham. La guerra trajo a Ken, más que la defensa de un ideal, la oportunidad de probar al máximo su personal estilo de vida. Salió con el segundo contingente de voluntarios en el barco Highland Monarch teniendo 22 años.

Cuando se reclutó en la RAF bajo el número de rango 112709, sus condiciones de piloto se manifestaron de manera inmediata. Sus instructores vieron en él a un potencial piloto de caza y sus amigos, al jovial joven que flechaba corazones femeninos al primer encuentro debido a su vertiginosa vida. Sin embargo, su corazón estaba ocupado por una joven americana que vivía en la ciudad de Rosario de nombre Jean. Varios de sus aviones se llamaron de esta manera en homenaje a esta joven.

Ken fue entrenado en Gran Bretaña, ganando sus alas en abril de 1941. Con el grado de sargento piloto, operó por catorce meses como piloto de caza en el Escuadrón 91, tomando parte en sweeps y otro tipo de operaciones. Fue comisionado a finales de 1941, y en mayo del año siguiente salió para Malta, llevando consigo la recomendación del Air Vice Marshall comandante del Comando Sureste, sobre su potencial como líder de vuelo. (...)

* * *

El 5 de febrero de 1943, Ken recibe una gran noticia: gana la DFC (Cruz de Vuelo Distinguido) debido a su valentía y pericia al conducir su escuadrón durante la batalla de Malta. Las noticias de esta distinción salen en los diarios de Buenos Aires. Sin embargo, la mentalidad de Ken ha cambiado, la reciente pérdida de pilotos de su escuadrón y compañeros de la Argentina hace mella en su espíritu y lo vuelve un joven más autómata y triste.

Ken recibe noticias de su próximo destino, en parte un descanso, pues será enviado al 53 OTU de cazas Spitfire, donde enseñará vuelo a nuevos pilotos. Aquellos lo recuerdan como un instructor exigente. (Pero) Ken se estaba cansando de esta monotonía de entrenar pilotos y quería volver al fragor de la batalla. Luego de pedidos insistentes y debido a su testarudez congénita, le dan un pase al Escuadrón Auxiliar 602 Ciudad de Glasgow. Antes de su llegada al escuadrón se comentaba de sus derribos en Malta, todos querían conocerlo. A su llegada encuentra el ambiente que necesita, los pilotos parecen una banda de forajidos, cosa que le cae muy bien a Ken y vuelve a ser una persona más alegre. En este escuadrón Ken conocerá a un nuevo gran amigo, Pierre Clostermann. (...)

Tal vez uno de los aspectos más desconocidos de los actos de arrojo de Ken Charney fue que al inicio de las operaciones en la bolsa de Falaise, volando a baja altura descubrió una extensa columna de vehículos del VII Ejército alemán. A las 14.07 hs. dio su famoso mensaje por radio escueto pero preciso: "¡Manden a toda la Fuerza Aérea!".

Minutos más tarde, los cielos de Vimoutiers-Orbec-Lisieux se poblaron de máquinas Mustang, Spitfire,Typhoon. La masacre había comenzado. Horas después llegó el reporte de la destrucción de 165 tanques y vehículos blindados.

Las tropas de tierra enviaron un cable diciendo: "Un millón de congratulaciones por el estupendo trabajo que están realizando". (...)

Ken dejó el Escuadrón 602 y fue destinado al Escuadrón 132. El escuadrón poseía aviones Spitfire MK IX. (...) Ken aumentó su score con el Escuadrón 132, el 13 de julio de 1944, cuando dañó a un Fw190 a 10 millas al sudoeste de Cabourg; en aquel épico combate contra un enjambre de cazas alemanes, logró dañar un Bf109 a 10 millas al sudoeste de Lisieux.

* * *

El 132 se encuentra volando en el área de Lisieux. El tórrido sol de los cielos franceses brilla con todo su esplendor. Ken está muy atento al control de radar que le está indicando la presencia de "chicos malos" en la zona de Lisieux. La voz del argentino se escucha por el intercom: "Nueve amiguitos a las cuatro y por arriba".

Alguien gritó por la radio: "¡Vienen hacia nosotros!". Entonces, Ken los pudo ver mejor, eran sus viejos rivales los Fw190. Con un viraje amplio se dejaron caer intentando atacarlos por atrás. Ken ordenó separarse de a dos. Inmediatamente empujó con firmeza el mando de gases dando rienda suelta al motor, que se estremeció. Logró colocarse en la cola de un Fw190, se acercó rápidamente y desde unos 200 metros se preparó para disparar. El alemán trató de zafar dando un golpe de timón violento, pero Ken logró acomodarse nuevamente a la cola del germano y apretó el gatillo. El Fw190 estalló como una bomba de alto poder desapareciendo en medio de una enceguecedora explosión. Sólo restos incandescentes cayeron sobre la campiña francesa.

Aquel día se le reconoció aquel Fw190. Con esta victoria se cerraba su score de combate, llevando su cuenta final a 7 aviones derribados, 4 probables y 8 dañados.

* * *

(Recordaría) Pierre Closterman:.

"Vino el armisticio, como una puerta que se cierra, ocho días incomprensibles, una mezcla indefinida de alegría y de lamentos.

"Aquella tarde la cantina parecía una extraordinaria velada fúnebre: los pilotos estaban desplomados sobre sus sillas, ni una conversación, ni un canto. Hacia las 11 de la noche, Bay conectó la radio. La BBC transmitía un reportaje desde las calles de Londres y de París, donde la multitud estrepitosa daba rienda suelta a su alegría. Todos los ojos se dieron vuelta hacia el aparato y en esos ojos había una especie de odio.

"Estaba tan claro y era tan nuevo para mí, que, sorprendido, interrogué a Ken con la mirada. Escuché entonces un golpe y una cascada de vidrios rotos: alguien había arrojado por el aire una botella hacia todo aquel ruido, hacia todas aquellas personas que venían a imponernos sin pudor las manifestaciones de su alivio y de su libertad.

"Uno a uno los pilotos se levantaron y en la cantina silenciosa no quedaron más que Ken, el barman indiferente y yo. Del aparato T.S.F. se filtraba un chillido lamentable. Levanté mi mirada otra vez hacia Ken. No hubo necesidad de palabra, nos comprendimos.

"Pasó media hora y entonces -lo juro- sentí que ellos estaban allí, todos alrededor nuestro en la oscuridad y el humo de los cigarrillos, como muchachos que han sido castigados injustamente y que están tristes. Estaban todos aquellos amigos nuestros que una hermosa mañana habían partido con sus Spitfire y Tempest y que no habían vuelto nunca. Bien, Pierre, ¡éste es el final! Ya no van a necesitarnos más. Fuimos a acostarnos, con Ken cerrando suavemente las puertas para no despertar al barman, que dormía en su taburete. Todo terminó."

Son autores de Alas de Trueno Carlos Meunier, Carlos A. García y Oscar Rimondi.


Fuente: La Nación


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