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Las enormes distancias del desierto exigían un caballo resistente, las batallas un caballo ágil, el ataque y posteriormente la huida, un caballo veloz. La velocidad de su yegua podía significar la vida o la muerte para el beduino. Sin mayores obstáculos que puedan frenar su galope, el caballo árabe se seleccionó para poder recorrer grandes distancias a altas velocidades.
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